Mentiría si dijera que nunca me pregunto qué hubiera pasado si hubiera tenido el valor de hablar. A veces, cuando voy sentada en el tren de vuelta a casa, pienso en cómo serían las cosas si supiera que aun puedo contar contigo, si no te hubieras alejado de mí.
Pero, ¿sabes qué? No te echo de menos. Dicen que echar de menos a alguien quiere decir notar su ausencia y sentir pena por su falta. Bien, yo noto tu ausencia. Quizá no tanto ahora como unos meses atrás, cuando llegaba a casa esperando encontrarte cerca, pero de vez en cuando aun me paro a pensar que ya no estás y que, quieras tú o no, nunca volverás a estarlo. No dejaré que eso pase de ninguna de las maneras. Tú elegiste irte y, un buen día, cuando me di la vuelta ya no estabas. Cuando más te necesitaba, decidiste huir. Y por eso no puedo sentir pena.
Esa es otra de las cosas en las que pienso cuando le doy vueltas a esto. Me pregunto qué pasaría si te encontrara en uno de estos cortos trayectos. No tengo ni idea de qué ocurriría o cómo reaccionaríamos ninguno de los dos, pero sí sé lo que me gustaría que pasara. Tan malo como parece, me gustaría que te sintieras culpable. Me gustaría que un día te levantaras, te miraras al espejo y pensaras "¿Le hice daño? ¿Realmente le costó levantar cabeza por mí? ¿Por qué?" Ni siquiera quiero que respondas. Tampoco quiero una disculpa, no me hace falta. Pero ya que actuaste, me gustaría que pensaras.
A veces creo que lo único que necesito es saber que no fue una pérdida de tiempo. Ni lo bueno, ni lo malo. Quiero saber que no existen las lágrimas en vano.
Y, por qué no, que ciertas sonrisas no se olvidan.
-T-